sábado, 2 de mayo de 2009

La pasión del último inka

La pasión del último inka

Retrato del personaje que de canillita y lustrabotas se convirtió en uno de los más grandes difusores culturales de la sabiduría inka.
...Como buen inka Luis Miguel Pilco mira siempre al futuro.

A Luis Miguel Pilco se le conoce como inka, un hombre que ha pasado la mayor parte de su disciplinada vida hablando de Pachacuteq, hace más de treinta años desde cuando fundó La Casa Inka, institución destinada a ponderar los valores culturales en nuestra nación; y, muchos años más pensando en la manera cómo solucionar eficientemente los problemas que aquejan a nuestra compungida realidad peruana.
De niño su héroe no fue Pachacuteq: ‘el que transforma el mundo’ sino mediaba más bien entre Opalón Casid, el Toro; el Charrito de Oro o el Llanero Solitario que lo acompañaron desde sus primeros días limeños. Porque el ‘inka’ fue un niño campesino que nació en Huarochirí hasta que su madre Doña Narcisa Vicharra lo trasladó a él y a sus hermanos a Canta, “para que estudien y se superen”. Al final de los siete años, sin conocer la urbe, sorteando peligros y venturas, llegó por primera vez a la capital peruana, y, se hospedó en la casa de su hermano que ya había ganado la metrópoli como transportista. Sin embargo la gran ciudad no colmó sus ilusiones.

Tal vez por ello cuando se le pregunta por el acontecimiento más memorable de su vida, recuerda que se presentaba Flor Silvestre, Antonio Aguilar y el rodeo mexicano, artistas a los cuales sólo había visto hacía poco en un vetusto televisor a esa temprana edad de ocho años. Sin dinero y esperanzado que de algún modo entraría al espectáculo, corrió temprano a las puertas de La Plaza de Acho y esperó. Hubo un momento decisivo, se vencía la hora de cierre de boletería y la angustia tomaba cuerpo en él cuando se adentró entre la gente, cogió a un niño de una extensa familia que esperaba en la cola, lo escaló en hombros y enfiló como uno de ellos. Minutos después estaba en el mejor palco, aún sin poder salir de la honda emoción y el asombro. Nunca supo cuál fue la circunstancia real de su logro; pero sí que sólo una decisión rotunda era dueña del éxito.
Establecido ya en la ciudad, cierto día marchando por el centro de Lima quiso entrar por primera vez a un cine en matiné. No tenía el coste de la entrada pero observó que cerca de la sala alquilaban revistas, y, esa misma tarde estableció un negocio de ese rubro que luego, venido a menos, viró al de lustrabotas; con sus ahorros hubo de comprar un cajón, betún, escobilla y comenzó a enlucir. Sin duda le hiría mejor y haría la ciudad a pie pues siempre le gustó caminar. Caminaba por las calles de Caquetá transitaba la Colmena hasta llegar a la plaza San Martín, sorteando y escabulléndose de los policías que no dejaban pasar al centro de la plaza adonde él iba si la otra ‘plaza’ había sido mala pues un abuelo de hablar rasgoso, bigotes anchos y zapatos enormes, el “gringo”, acostumbraba dar hasta cinco soles por una buena faena.
Treinta años después, con un doctorado en derecho, conferenciante, difusor cultural, un diplomado internacional por La Complutense de Madrid entre otras yerbas al transitar por esos lugares recuerda al niño caminante que fue y que jugando a tener un avión divisaba esas aves metálicas que rasgaban el cielo y soñaba con venirse a la capital para “ser profesional”. Sin leer aún a Machado ya sabía que todo camino se hace al andar.
Como buen inka Luis Miguel Pilco mira siempre al futuro con la esperanza a pesar de todo. En sus ratos libres ahora a los casi setenta años sobre todo lee, porque él fue un niño que no tuvo los libros que hubiera querido tener cuando anhelaba asistir a una escuela, ya que sus nueve hermanos habían ido siquiera un año y él, asombrado de ser un niño campesino, intuía que ahí impartían los secretos para hacer esos aviones que tronaban allá en el horizonte huarochirano. Lo cual lo llevó a descubrir que era descendiente de la genealogía de Tupac Amaru cuando se registra que proviene de las panacas inkas y el propio cacique rebelde independentista constaba su descendencia por su bisabuela doña Juana Pilco-Huaco, hija del último soberano inka. Así también él examinó su linaje, incluso antes que el historiador José Antonio del Busto le explicara la genealogía del propio Pachacuteq y estableciera el vínculo.
La labor formativa que por más de treinta años, no ha tenido cobertura de los medios periodísticos salvo excepciones, la viene haciendo contra viento y marea, y, es contrarrestro a la miseria y el atraso que se tiene que combatir culturalmente. Sin embargo la difusión cultural también le ha traído problemas y de no tener gran firmeza habría desistido hace mucho pues no faltó uno que otro que creía que el hombre defendía una ideología obsoleta y ciertas pamplinas de desaforado. Decidido a trabajar por el país, es un inka moderno a la vanguardia de los nuevos adelantos mundiales y convencido de la conducción de todas las artes y ciencias en liderazgo de excelencia, por ello ha entregado el cuadro de Pachacuteq, en símbolo de gobernabilidad, a varias universidades del Perú así como a diferentes autoridades: a los reyes de España, entre otros. Ha remitido cerca de trescientas cartas incluído a presidentes, políticos y escritores que han mencionado alguna vez a Pachacuteq y es el seguidor de toda su milenaria tradición de gran estadista universal.
De ese modo, a través de los años, el Inka ha conseguido sobrevivir. No han podido con él ni la izquierda de algunas convicciones profundamente derechistas ni la derecha peruana ahora un tanto desmemoriada. No han podido con él la izquierda encubierta ni la derecha globalizada. Ni siquiera los seguidores suyos han podido con él. Sólo estoy seguro de una cosa con respecto a Luis Miguel Pilco en este siglo: pervivirá con ese aire de santón entre su biblioteca de diez mil volúmenes. Esto, por supuesto, significa muy poco y Pilco, Pachacuteq o el Inka es el primero en saberlo. No obstante, pervivirá, junto con los pensamientos de Pachacuteq, Kin Wo Chog, Cicerón, Arguedas, Trump y algunos otros. Él, el inka moderno y siempre a la vanguardia, que no sólo ve en Pachacuteq –ya lo recuerdo– sino también en Mahama Ghandhi, Abraham Linconl, José Faustino Sánchez Carrión entre otros, a un gran líder. Decirlo, no interesa demasiado. Lo que realmente importa es escucharlo, verlo y sentir ese mensaje de optimismo, fortaleza y liderazgo que siempre lo acompaña.~

2 comentarios:

  1. Saludos al Dr. Luis Miguel Pilco, y bien por ese ese mensaje de optimismo, fortaleza y liderazgo que siempre lo acompaña y que tanto necesitan los jóvenes del Perú ahora...

    Dr. César Rojas De La Cruz

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  2. la nobleza inca no esta en el linaje,sino en la actitud en el deseo de no hacer el papel de bufon de los criolllos,piensesn en eso...COMANDANTE OJO DE TORO

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