sábado, 2 de mayo de 2009

Quién se acuerda en este mundo loco

Quién se acuerda en este mundo loco
(dos perlas noticiosas de ficción de una sola sentada)

...afirmó haberle agenciado las mujeres más bellas del planeta.

¿Por qué uno rememora sucesos acaso irrelevantes? Qué importancia tiene por ejemplo acordarse que Beto Ortíz se apellide por lazo materno "Pajuelo" y retener que tuvo un escándalo con Carlos Boloña -ex ministro fujimorista y dueño de una universidad peruana que fue candidato a la presidencia-, quien llamó al popular conductor de televisión 'virgen de cabaret', reprochándole haber hecho un 'trabajito' para una empresa ligada al ex presidente Fujimori, el Midas de la mafia: nada menos que una miniserie de ficción sobre el rescate de los rehenes en la Residencia de Japón, a cargo de Carlos Raffo en la productora Croma; así como la investigación sobre la Guerra con el Ecuador que emitió, recuerdan, el Canal 2 tomado por los Winter allá en plena época del máximo poderío fujimontesinista y que dirigió la archiodiada y antipática Laura Bozo. Y como zafarme, lo digo como televidente normal y mortal, por ejemplo de la entrevista con su aborrecida Magaly Medina confesando su identidad sexual que tanto baraja en sus escritos periodísticos que están colgados en algún blog, ni de sus pleitos de alcoba, ni de lo que había escrito César Hildebrandt en su columna del Diario La Primera respecto de la relación de Ortiz con el Choyo Bahamonde. ¡Ay!, vidas secretas y potestades idas de por medio, donde acaso el bueno de Beto Ortiz se habría sentido todopoderoso donando dinero posiblemente por culpa y para despulgarse además de la buena suma que repletó esos bolsillos, fustigando a los demás. Pero hay más bajo la lupa del Uniçornio: ¿se acuerdan de la Schehrazada peruana? ¿¡Qué no!? ¡Cómo olvidamos los peruanos, santo cielo!

La confidencia de una vedette puso en jaque al régimen del presidente negro Albert-Bernard Bongo. El gobernante -apodado con un calificativo musulmán "Omar Bongo" en virtud de su conversión al Islam, con poco menos de cuarenta años en el poder en la República de Gabón-, se vio hostigado por la Interpol en respuesta a que habría pretendido un affaire con una anónima querellante. De inmediato la prensa internacional llegó a decir que el gobernante mismo rey Schahriar exigía mujeres para sus pasiones más secretas que con tal revelación se hicieron públicas: un tal Francesco Smalto, diseñador italiano, afirmó haberle agenciado las mujeres más bellas del planeta expedidas desde Francia, y se supo que el presidente gabonés vedó la circulación de los vespertinos galos que se encargaron del tema. La denunciante era nada menos que peruana, se llamaba Ivette Santa María, de tan sólo veintidós añitos, reina de belleza y bailarina. Había sido trasladada a ese remoto país con la finalidad de promocionar un concurso de belleza pero le sorprendió un intento de violación y secuestro. Pues bien a su retorno luego de denunciar, exigiendo de por medio una reparación civil escandalosa, contó que inesperadamente el presidente aludido resultó al lado suyo frotándose las manos y entornando los ojos y que relamiéndose apretó un botón cuando de inmediato apareció una mullida cama redonda ahí en su despacho del palacio de Libreville. ¿¡Cómo olvidarlo!? Dado ya el forcejeo mutuo, ambos sin entender palabra alguna porque no hablaban el mismo idioma de la seducción, él la habría forzado; pero ella que ante la desesperación tenía el nervio severo del amor en la memoria de su novio -quien cándido la esperaba en la fachada- se deshizo del presunto violador. A grandes pasos cruzó las elegantes salas y cinematográficamente trató de escapar entre las ráfagas de metralla a quemarropa; sin embargo esta Schehrazada peruana afirmó que insistió en su fuga y escabulléndose de los tres francotiradores se lanzó por entre la tupida maleza de los jardines del palacio pero que poco antes de llegar rampando a la puerta de salida un par de fornidos agentes de seguridad la apresaron y la llevaron otra vez a los aposentos del presidente quien ordenó que la mantuvieran secuestrada. Y hasta hubo una respuesta y comunicado oficial a nivel internacional de la Presidencia de la República de Gabón. La reina peruana hoy olvidada para siempre valiéndose del Rey Schahriar gabonés nos hizo el cuento de las mil.
¿A qué obedece la memoria? Por qué retengo cierta escena de la película Tinta Roja, filmada por Pancho Lombardi; el bar El Cordano adonde nunca he entrado pero donde si mal no recuerdo me contó Oswaldo Reynoso que José María Arguedas presentó Los Inocentes; la escuela de Bellas Artes; la vista alimón de la Bajaba de los baños de Barranco con algún amor que ya olvidé; gran parte de mis evocaciones de infancia; ciertos cuadros de Tilsa Tsuchiya, quien en los años sesenta se convirtió en una personalidad de la pintura peruana; la sinfonía doliente de Raúl García Zárate, gran y talentoso músico peruano que escuché con frecuencia en mis años mozos; una entrevista a Chabuca Granda realizada por Joaquín Soler Serrano. La figura de Felipe Pinglo, algunas fotos de Martín Chambi, la Quimera de oro de Charles Chaplin, los grabados de José Sabogal, a Igor Stravinski, el famoso Diario de Max Aub y Memorias de Ultratumba de René de Chateaubriand, la farsa editorial de El diario de Ana Frank, el "No me quitte pas" cantada por Edith Piaf y tarareada por mi primera esposa en auténtico francés. ¿Por qué rememoro a la divina Greta Garbo o Liza Minelli en su papel de Sally Bowles en Cabaret, al escritor Antonio Salinas mencionando a Isadora Ducan? A mi entrañable compañero de Residencia Universitaria, un auténtico héroe del Cenepa y feroz suicida, la batahola indecorosa entre andinos y criollos en España y el Perú, los apócrifos estruendos de Alfredo Bryce Echenique, las novelas 'selváticas' de Mario Vargas Llosa, la insurgencia de Juan Santos Atahualpa, y, la revolución social de los domingos porque este es el día en que uno menos debe escribir y por eso mejor hago un alto y me marcho, no sin antes decirles que si alguien se acuerda de usted a falta de artículo es quien suscribe estas líneas. Adiós.

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