sábado, 2 de mayo de 2009

Corín Tellado, la plumífera

Corín Tellado, la plumífera
...es, actualmente, según la Unesco, “la segunda autora más leída en lengua castellana".

A Paula Fabián Hurtado, mi madre

“Dejaré de escribir, cuando me caiga
la cabeza sobre la máquina.
Yo no me rindo”.
Corín Tellado
Con mi hermano, amigo y benefactor Ananda Sindhu en épocas remotas, cuando aún no se masificaba en el Perú la Internet, ansiábamos ser escritores y editar alguna publicación para venderla “al muy asequible precio de un sol/trotando por el mundo de sol a sol”, y especulábamos que de llegar al millón de ejemplares sería todo un prodigio económico de renta para dedicarnos exclusivamente a escribir más libros. Establecidos los cálculos desistimos por una aspiración mayor: él, ahora nómada irremediable que ya lleva casi treinta años viajando por el mundo, se hizo caminante; y, yo, sedentario desde aquel entonces, me quedé en mi torre de marfil buscando el secreto de la escritura. Él lleva ya cientos de ciudades abandonadas; y yo, miles de hojas estropeadas; aunque me comunica que por fin publicará su libro, del cual me encarga el prólogo que sin duda firmaré con presteza y algarabía. Soñábamos con el millón de ejemplares vendidos: así lograríamos nuestro ‘primer millón’, en esa época en que leíamos todo lo que caía en nuestras manos, y quizá influenciados por la lectura de Poissant y Godefroy, buscábamos la manera de hacernos ricos lo más pronto posible, con alguna acción afín a nuestras vocaciones; y tomábamos como modelo nada menos que a Corín Tellado.

Nunca me interesó a cabalidad una sola de sus novelas y en una de mis bibliotecas entre 20 000 ejemplares no existe uno solo de sus libros; sin embargo supe de ella desde pequeño pues de algún modo u otro llegaban a mis manos sus publicaciones de la Revista Vanidades. La escritora de la casa de Gijón (en Asturias) ha muerto de un infarto cerebral a los 81 años de edad, y la nota que sorprende no es su fallecimiento sino la confirmación de que precisamente la autora de novelas rosa es, actualmente, según la Unesco, “la segunda autora más leída en lengua castellana”, superando a Miguel de Cervantes, autor de tan solo unos cuantos libros en comparación a ella, que a lo largo de su vida escribió poco más de 4 000 títulos lo cual le valió una figuración en el Libro Guinness de los Récords 1994, acaso la distinción mayor como la escritora más vendida en idioma español (más de 400 millones de ejemplares).
Lo que asombra en la autora de Atrevida apuesta, su primera novela escrita cuando tenía apenas diecisiete años, es ese record en escritura; y las interrogantes inmediatas son: ¿Cómo es que escribió tanto? ¿A qué heroica rutina se sometió para poder escribir tal cantidad de obras? ¿Entregada a las galeras de la creación inventaba vidas paralelas a la realidad que vivía, acaso desde los diecisiete años en que empezó a escribir y no se detuvo hasta hace poco, que por encargo de la Revista Variedades, terminó su última novela que dictaba a su nuera hace tan solo unos días antes de morir? ¿Cuántos años de su vida literalmente dedicó al acaso para ella natural oficio de sentarse ante el papel en blanco y emborronar historias imaginarias? Se dice que en su juventud, llegó a escribir una novela por semana; pero basta un raudo y sencillo conteo para advertir que habría dedicado un promedio de 65 años sin descanso a una facturación de 61 libros por año, lo cual quiere decir más de uno por semana. Entre solo novelas –sin contar las publicaciones en revistas, fotonovelas, textos para radioteatros o telenovelas– las publicadas en formato de libro suman un poco más de tres mil.
Mario Vargas Llosa escribió para el Diario El Comercio en el año 1981 una semblanza de la escribidora donde manifestaba que a Corín Tellado le provocaba hilaridad cualquier manifestación de duda respecto de la autoría de los textos que firmaba; porque no faltó quien alegara que la autora habría tenido toda una cofradía de negros literarios a sueldo que le hacían el trabajo y que en respuesta a una estrategia de alguna editorial con olfato para el negocio, creado ya el nombre de la firma, María del Socorro Tellado López solo se dedicaba a prestar su famoso seudónimo. No, ella las había escrito todas desde la primera a la última palabra porque sencillamente “escribir era la cosa más fácil del mundo, algo como respirar”. En aquel texto se manifestaba además que ella se despertaba a las cinco de la madrugada y escribía de corrido diez horas diarias en un sótano sin ventanas (solo hacía una pausa para desayunar), y al concluir la jornada, café y cigarrillos mentolados de por medio, tenía terminada unas cincuenta páginas, la mitad de una novela suya, porque ella nunca reescribía ni corregía, y que “si no fuera por la lentitud de sus manos escribiría más, mucho más”, en su vieja máquina de escribir Olivetti; aunque últimamente ya dictaba. Y aún le quedaba tiempo para leer cuatro periódicos o un libro, hasta las diez de la noche que es cuando se acostaba a esperar al día siguiente la misma usanza, así que el único ‘negro’ que había tenido según ella misma era ella misma.
La escritora de culebrones románticos se casó muy joven y producto de ese amor nacieron dos hijos, aunque a pesar y quizá por ello mismo la autora que inventaba amores, hacía soñar y suspirar a miles de mujeres en el mundo, tuvo que cancelar su propio matrimonio apenas a cuatro años de iniciado. Lo que más conmueve es precisamente su tipo de vida, en tal sentido ella alguna vez dio la siguiente declaración: “He sacrificado mi vida a la literatura. Me hice daño a mí misma”, pero acaso tal situación y solo ello, le hizo muy feliz.
Si es verdad que el éxito en ventas no dice nada de la calidad, tampoco dice de los réditos, dado que no ha muerto millonaria, como lo son ahora por ejemplo Paulo Coelho, Stephen King, James Patterson, Ken Follet, Tom Clancy, Danielle Steel, John Grisham y Dean Koontz o entre las damas J. K. Rowling (la primera escritora en alcanzar la nada despreciable suma de US$ 1 000 millones por concepto de derechos de autor). Corín Tellado con sus ganancias, las mayores de la Revista Variedades, pues los editores ganaron más dinero con su obra que ella misma, se compró una casa y pudo vivir, digamos modestamente –será acaso porque el dinero nunca le pareció esencial–, en relación a las cuantiosas sumas millonarias de sus congéneres nombrados.
Pues bien ella decía que no hacía más que “metamorfosear lo que ocurría a su alrededor”, lo cual le habría significado ser la autora “más vendida” en lengua castellana aunque lo mismo no significa ser el más leído, y a pesar de existir selectos grupos de lectura, promoción publicitaria y otras perlas, viceversa; pues ser el más leído no significa ser el más vendido, y a pesar de existir parafernalia para ello y otras perlas, y así mismo viceversa.
Corín que cumplía años este 25 de abril sabía que su literatura fue un género sin mérito estilístico, pero eso sí con distinguida destreza y eficacia sobresaliendo aquellas técnicas para conectar con el público masivo, liberalizando (aunque por eso la cuestionan) la mente de muchas mujeres en el mundo; es decir despertando esa couta de irracionalidad necesaria para la subsistencia diaria.
Entre las anécdotas netamente “literarias” se recuerda que allá por 1955 la revista Vanidades, que por aquel entonces se editaba en Cuba, le contrató dos relatos mensuales, pues su colaboración era determinante para aumentar la tirada, y tenía nada menos como corrector de pruebas a un joven escritor de veintiséis años que era Guillermo Cabrera Infante, quien veinte años después ya célebre y dilecto maestro del lenguaje la calificó como “la inocente pornógrafa, aunque ni era tan pornógrafa ni tan inocente” y estudió su producción en un capítulo de su libro de ensayos O.
¿Fue solo un truco del mercantilismo? ¿Vivió honestamente con dedicación, esfuerzo y entrega a su oficio, por y para la literatura (o en este caso la grafomanía), por realizar lo que más le embargaba y lo único que sabía mejor: escribir? ¿Acaso ha llegado el momento de diseñar la interrogante de cuán elevado literariamente es un texto de acuerdo a los cánones tradicionales? ¿Cómo es que Corín supo hacer de su literatura una lectura accesible sin cansar a los lectores?
A saber hubo una época en la España franquista en que la censura le llegó a rechazar hasta cuatro novelas seguidas en un mes; se decía que era expectora de una literatura minúscula y banal, cursi y hasta alienante, solo fenómeno de ventas, de lectura ligera y sin gusto, orientada a un público prosaico y poco informado, pero ella misma es dueña de una frase que, como dijera el célebre maestro cuentista Julio Ramón Ribeyro, puede justificar una vida: “Dejaré de escribir, cuando me caiga la cabeza sobre la máquina. Yo no me rindo”. Y sin duda yo tampoco.

1 comentario:

  1. En alguna ocasión leí un par de sus novelas, no conocía su biografía. Creo que fue una mujer que supo lo que quería hacer y cómo lo quería hacer en su vida.

    DEP

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