sábado, 2 de mayo de 2009

La Teta asustada, entre la realidad y la ficción.

La Teta asustada, entre la realidad y la ficción.

...Hay quien afirma que la Teta asustada es un film de miedos, no de mitos.
“El cine… un humanismo más vivo que
el que podríamos encontrar en los libros”.
García Escudero
La nota principal en estas últimas semanas ha estado alternando entre la paradójica muerte del periodista Álvaro Ugaz en un absurdo accidente de tránsito, caso en el que la prensa peruana habría hecho cuerpo común al omitir mencionar el estado etílico del hombre de prensa; el rechazo de nuestra patria a la creación de un Museo de la Memoria dedicado a las víctimas del terrorismo que se realizaría de manera conjunta con el gobierno de Alemania y presidido nada menos que por el escritor Mario Vargas Llosa; la inmediata retractación del presidente García ante su rechazo a la contribución teutona para la creación de la muestra fotográfica basada en el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que acusó a Sendero Luminoso, al MRTA y los militares de las atrocidades cometidas durante la época del terror; así como el discurso político del expresidente Alberto Fujimori como alegato final ante la condena como resultado del juicio más importante de la historia peruana.
Pero el frecuente tema de los indios, cholos y blancos, ricos y pobres, marginados y déspotas, la división de clases y el resentimiento, esa extraña enfermedad psicológica peruana, ha permanecido más presente que nunca, pues ella surge cada cierto tiempo merced a una causa diferente y se ha visto reflejada en los comentarios a la proyección de la película “La Teta asustada” de la joven directora peruana Claudia Llosa. Cuando entre un grupo de amigos vimos el trailer del film alguien exclamó indignado que la cineasta peruana intentaba, cual una Laura Bozzo, (quien por cierto se compara con el celebrado escritor Mario Vargas Llosa, tío de la joven directora) “exhibir sus ‘pobrecitos’ ante los europeos. En nuestro país la proyección de La teta asustada se realizó en Manchay, el populoso barrio donde se plasmó parte de la filmación, con una asistencia de poco menos de dos mil personas; por cierto el autor de ‘La ciudad y los perros’, quien asistió al avant premier (proyección realizada en el exclusivo cine UVK de Larcomar), acompañado por su esposa Patricia Llosa, felicitó con un afectuoso abrazo a su sobrina y manifestó: “Es una película difícil para el gran público pues lo importante no se dice, sino se sugiere. Me pareció muy bien hecha. Un orgullo para todos los peruanos”.

Claudia Llosa escribió el guión mientras rodaba su opera prima, la premiada Madeinusa, ese también polémico film en que Madeinusa (así se llama la protagonista una niña de 14 años) trata de escapar de la presión de Manayaycuna, un apartado poblado andino de pintorescos habitantes que se distinguen por su fervor religioso durante la Semana Santa y, del cual su padre, Don Cayo, es el alcalde. Éste encierra y prohíbe a Salvador, un joven geólogo, inesperado visitante limeño, de participar en la fiesta del pueblo. Justamente cuando, a usanza tradicional, Dios ha muerto: no puede ver el pecado y todos pueden divertirse en un desenfreno descomunal, la protagonista en negativa al llamado incestuoso de su padre se acuesta con el forastero teniendo como acústica festiva la orgía de los pobladores y el silencio de su hermana. Luego trata de escapar del poblado hacia la soñada Lima, después de envenenar a su padre, pero es descubierta y calumnia al forastero. Ya para aquel entonces la cinta fue duramente criticada como siniestra, racista, superficial y solamente decorativa.
“La Teta asustada”, segundo film de la directora peruana, ha sido ganador del Oso de Oro en la última Berlinale, luego de obtener el Premio internacional de la crítica FIPRESCI. La cineasta recibió en el Perú en el salón Embajadores del palacio Torre Tagle una condecoración del Estado peruano, la orden al mérito por servicios distinguidos en el grado de Gran oficial, y su film fue uno de los más esperados en el certamen de la 24 edición del Festival internacional de cine de Guadalajara en México adonde asistió nada menos que el célebre escritor Gabriel García Márquez, quien llegó especialmente a la ciudad junto a su amigo, el director Víctor Gaviria.
El film compitió y ganó (haciéndose merecedora a 20 000 dólares), en la categoría de ‘Mejor largometraje iberoamericano de ficción’, al polémico film Camino, de Javier Fesser, esa historia de Camino Fernández, una niña enamorada de once años, quien al borde de la muerte por una enfermedad incurable tiene la disyuntiva de asentir el deseo de su padre que no se resigna ante el drama y el de su madre entusiasta con la idea de que su hija es la elegida de Dios, y ésta muere en el aniversario de Escrivá de Balaguer un 26 de junio, que sigue contribuyendo a una reñida discusión con los seguidores del Opus Dei. Pues bien, en el caso peruano también tamaña polémica ha causado tanto la película como la premiación, aunque Claudia Llosa no es la primera peruana en haber obtenido un Oso de oro del Festival de Berlín: mucho antes ya había alcanzado varios el director Fernando Fernán Gómez.
Una sugerente pantalla en negro da inicio al film y se escucha una tonadilla en lamento quechua, luego emerge la imagen de Perpetua, una indígena anciana moribunda que relata la violación de la que fue víctima. Se observa a Fausta (Magaly Solier, Premio a mejor actriz iberoamericana) susurrando un cántico quechua y prodigando cuidado a su anciana madre. La película desarrolla el mito andino que narra la transmisión hereditaria del trauma del miedo (incluso del terror) en la historia de Fausta quien recibió la enfermedad de la ‘teta asustada’ a través de la leche de su madre, violada durante el embarazo en la época terrorista. Fausta es uno de esos seres aislados que lograron nacer sin alma pues ésta se escapó de su cuerpo por el susto y se escondió en la tierra. Ella además guarda un secreto, que es una suerte de cura para recuperarla y así anular el miedo de experimentar la terrible vivencia materna, una autoflagelación: lleva una papa dentro de su útero; sin embargo la muerte de doña Perpetua en Lima donde se había exilado del terror, transformará su vida obligándola a salir de su laberinto el cual ahora deberá enfrentar. ¿Acaso lleva la muerte y el terror en sus propias entrañas porque fue violada también?
Aída (Asunción Sánchez), compositora e intérprete de música y dueña de una mansión contigua a un mercado popular en la periferia de la capital, emplea a Fausta pues ésta ha hecho una promesa: enterrar a su madre en su pueblo natal, pero carece de dinero para ello. Ésta se comunica con Perpetua, a través de “su lenguaje”: cánticos en quechua; y hubiera sido una mucama más a no ser, por el canto, que entra en la vida de la patrona. Indiferente a las pomposas celebraciones matrimoniales que organiza su familia –a pesar de la pobreza de la zona donde se percibe un abandono lacerante ante las necesidades vitales de gente que vive en los arenales, casi como en un ghetto, y con historias plagadas de terror en su consciente colectivo–, se rehúsa, huye y canta sigilosamente a fin de expresar el intenso dolor de la memoria intrauterina de la violencia como un lazo con su madre y su herencia de tristeza, inventando lamentos musicales que la mayoría de las veces sólo ella escucha (no se percibe movimiento de sus labios).
Así la casa de Aída es una suerte de protección de ese desborde popular de la cual solo le separa un portón levadizo; pero de pronto la patrona resulta malévola y el jardinero de la mansión como un personaje un tanto incierto. Fausta crea contratos-contrastes con Aída y el jardinero: el primero es evidente ella entrega canciones a cambio de perlas; el segundo, el jardinero con simpatía paternal y atracción erótica la ayudará a “florecer”, intentando eliminar la “mala hierba”, estimulándola con el olor de flores que cultiva y el sabor de caramelos, despertando en sí sus deseos e instintos, al entablar además conversaciones en quechua, esa lengua ancestral de los afectos íntimos para ella.
Con un final de genialidad o sarcasmo donde se puede ver a Fausta sembrando la planta protectora, “idea de una vecina a la cual le habría pasado lo mismo”, es una película muy simbolista que deja al espectador una lectura conflictiva; es por ello que el jurado resaltó la originalidad, naturalidad y solidez del guión donde se explora una historia beligerante alejada de las convenciones cinematográficas del escenario andino.
La crítica a la película no se ha hecho esperar, aun antes de su estreno aparecieron comentarios en los blogs más conocidos sobre el tema en cuestión. Hay quien afirma que la Teta asustada es un film de miedos, no de mitos, dado quizá que es notoria la negativa de la protagonista a un cambio de actitud con esa falta de esperanza a enfrentar sus temores y su retrogradación ante el tubérculo protector dando pie al rechazo en las cuatro posibilidades de relacionarse con varones. Casi toda la película está secuenciada por imágenes o tomas tensas, así el reflejo de Fausta sosteniendo un taladro le hace recordar su trauma, padecimiento que sufre en forma de hemorragias nasales y vómitos en momentos de crisis; la petición de que el jardinero muestre sus manos para descubrir que es tal, y, como la papa empezara a germinar dentro de ella, el corte de los brotes de las hojas y el tallo como si fueran uñas.
Es verdad que el film posee una muy buena fotografía, existe un perfecto lenguaje cinematográfico, buen planteamiento del guión, y buena utilización del soundtrack (composición del grupo de cumbia Los Destellos), pero está llena de imágenes un tanto grotescas de una realidad brutal, así el agujero destinado a enterrar a la madre muerta cavado por el tío termina siendo la implementación de una rústica piscina, o, actitudes que darían una visión de cierta simpleza de la conducta masculina, un personaje llega a decir con el fin de enamorar a Fausta literalmente: “Si el rojo es el color de la pasión entonces quiero bañarme en tu menstruación”, dando una visión un tanto trillada de lo dicharachero. Sería un testimonio ficticio salpicado de realismo casi mágico-antropológico, por eso parece poco menos que un documental y en el universo ficticio de la película Lima es un pueblo joven lleno de inmigrantes con costumbres pintorescas, reflejo de un mundo kitsch muy colorido, copia inferior de un estilo heterogéneo, donde se pueden apreciar platos con cubiertos de colores, tortas llamativas, velos de novia sujetos con globos, ataúdes pintados con emblemas de clubes deportivos, recuadros con panoramas marinos en medio del desierto para que los novios se fotografíen.
Nada es gratuito en la película, por ello es un film logrado, así los nombres de los personajes: Perpetua, Fausta, Aída; la letra de la canción de la sirena con la que canjea su primera perla y que la patrona absorberá para su provecho (en tal sentido Aída es una suerte de Mefistófeles, recordemos a Goethe) han sido escogidos inteligentemente. El crítico de cine Ricardo Bedoya ha hecho un agudo análisis de la relación entre los personajes así el último contrato-promesa es de “afán cósmico”: ofrecer el cuerpo de la madre al mar, con la finalidad de “purificar el alma que extravió la violencia”.
El encuentro de la directora con la protagonista de sus dos películas es una de esas que rayan la inverosimilitud, y muy parecida a la del cineasta español Pedro Almodóvar quien de un oscuro bar de un suburbio de Ciudad de México hace algunos años habría rescatado del alcohol a la famosa Chavela Vargas y ayudado a rehacer su vida y carrera. La directora peruana habría estado buscando locaciones de pueblo en pueblo al arribar “a las tres de la tarde” a Lauricocha para ver la muerte de Cristo articulado, de pronto se habría dado con Magaly Solier, quien vendía comida en la plaza intentando recavar fondos para su fiesta de promoción, fue ahí cuando descubriría ese encanto particular que impresionó al público asistente en Berlín.
Pero la verdad es que desde que se le vio fotografiada al lado de la actriz británica Tilda Swinton, ganadora de los premios Óscar y BAFTA, y en esta ocasión presidenta del jurado de la Berdinale, besándole la mano cual princesa inka en señal de su reconocimiento, la vida de Magaly Solier ha cambiado. La actriz de veintidós años originaria de la unidad agropecuaria de Palmayoc (a quince minutos de Huanta), que quería estudiar para policía, que hizo un casting para la serie Sarita Colonia en la que pasó inadvertida, la misma que confesó en un reportaje de que con todo lo que ganó por el rodaje de la película Madeinusa pudo realizar tan solo la compra de una computadora para musicalizar sus composiciones, y que estudió canto, actuación y piano; la misma, que tiene tres hermanos que viven en Lima, es admiradora de la fuerza con la que toca Iron Maiden y que sueña ser la heredera musical de Imac Sumac, ha experimentado al igual la migración, y ahora al pasear por Berlín, México, España qué dirá de la bulliciosa e insoportable Lima, acaso seguirá viviendo ahí por las cercanías de la Avenida Venezuela; porque ambas películas le han brindado ya la oportunidad de despegar, independizarse y hacer gala de la valía de su arte natural y su extraordinaria voz, por ello recientemente ha presentado su disco Warmi que comprende nueve temas propios y dos bonus track.
La polémica película puede ser tentación creativa para que sobre los mismos temas, se manifiesten cinematográficamente perspectivas alternativas con igual talento y rigor. La Teta asustada es un film que merece la atención de toda clase de público y que sin duda tendrá una larga permanencia en las carteleras mundiales.

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